lunes, 24 de septiembre de 2012

EL TESORO QUE CADA UNO SOMOS

De nuevo agradesco a Cessex y a Rossana por invitarme a compartir mi experiencia como mamá de 4 hijos con diferentes orientaciones sexuales.
Para mi, es más que gratificante ver a profesionistas tomando una maestría en sexualidad humana, y que los prejuicios y la ignorancia cada vez sean menos en nuestro querido México. Y como siempre, hablar de lo que ha sido para mi esta experiencia me llena de emoción y de agradecimiento, cuando podemos contribuir a hacer del mundo un lugar mejor para todos, la satisfacción es exquisita.
Cada vez entiendo más y entiendo mejor, cada vez que me oigo y oigo a las personas que hablan de su experiencia personal aprendo algo nuevo y esta vez, no fué la excepción.
Nosotros somos en parte producto de nuestra experiencia cultural, somos producto de la sociedad donde nacemos y crecemos, somos producto del ambiente familiar, de la manera de ser de nuestros padres, de la manera en que éstos se relacionaron, somos producto de nuestros genes, de la información genética en nuestro ADN, nacemos con un temperamento que se va moldeando por necesidad, por encajar, por sobrevivir, por pertenecer, por sentir y dar amor, etc.
Si nos apegamos a lo que dicta la "sociedad" sentimos que pertenecemos, si lo hacemos a la "religión"sentimos que somos buenos, vivimos tratando de cumplir, llenar, seguir, obedecer, hacer... ¿porqué?, porque tenemos miedo, un miedo tremendo a estar solos, a no encajar, a que no nos quieran, a que dios nos castigue, a que nos critiquen, a que nos lastimen, a que nos deje nuestro esposo o esposa, nuestro novio o novia, a no tener amigos, a ser pobres, a no agradar a todos, etc, etc,  ¿y luego qué sucede? QUE NOS OLVIDAMOS DE SER.
Y he ahí donde vienen los conflictos,  cuando nos perdemos a nosotros mismos. Si aún llenando estos requisitos,  la vida se nos hace difícil, ¿qué podríamos dejarle a las personas que nacen con una orientación sexual diferente?. He ahí mi admiración por la gente valiente que dejando de lado sus miedos se atreve a SER. Tenemos mucho que aprender como sociedad, tenemos mucho que hacer para quitarnos el "peso cultural" que nos marca, tenemos mucho que hacer para descubrirnos como personas y ser solidarios para lograr el respeto que cada quien merece.
No es tarea fácil, mi camino ha sido largo pero puedo decir, en mi experiencia, que vale la pena, que vale la pena contribuir con un granito de arena a hacer de esta sociedad un lugar mejor, donde todos  podamos desarrollar nuestros dones y aptitudes y cada quien deje atrás el miedo de SER. Suena bastante utópico, lo sé, pero en mi esperanza puedo vislumbrar que esta sociedad se encamina inexorablemente a eso, a amarnos y respetarnos unos a otros, a valorar y aprender lo que cada ser humano ES y TIENE para decirnos, para descubrir el tesoro que cada uno lleva guardado en su interior.
Así lo decreto y así lo quiero ver.
¡Felíz inicio de semana a todos y todas!


miércoles, 6 de junio de 2012

Una maravilla en el hermoso arcoiris de la creación

A veces mi boca no puede evitar hacer una mueca cuando oigo a alguien decir que los homosexuales son promiscuos, me parecen juicios tan repetidos como un slogan: "los homosexuales son promiscuos", yo me muerdo para no responder impaciente y acaloradamente. ¿Será que ya investigaron o leyeron algun estudio sobre la homosexualidad? ¿sabrán que los heterosexuales también podemos ser promiscuos? HEllOOOOOO!!! ¿ Cuando los mexicanos maduraremos y empezaremos a ser mas cultos?, a formarnos criterios basados en conocimientos y en conciencia.
Es un hecho que ir en contra de la cultura de nuestra sociedad, de lo socialmente "aceptado", es mal visto y hasta castigado y peor si va en contra de las enseñanzas religiosas. ¿Saben una cosa? El tener en mi familia a 2 personas con diferente orientación sexual ha sido una maravillosa bendición. Primero: ha abierto mi mente y acrecentado mis conocimientos, segundo: ha despertado mi curiosidad y mis ganas de investigar y saber más sobre el comportamiento humano, tercero: me ha hecho darme cuenta de la doble moral de una sociedad cerrada y dominada por el miedo y los prejuicios, cuarta: ha abierto mi corazón hacia todas las personas despojadas de su derecho a vivir y ser lo que su conciencia les dicte y ser víctimas de un gobierno que no las proteje, quinta: me siento en deuda con esas personas maravillosas y valientes que han vivido y viven en carne propia la discriminación y la intolerancia, a ellas dirijo mis palabras: NO SE DEN POR VENCIDAS, sigan adelante, detrás de ustedes hay un gran número de personas que luchan y trabajan por ustedes, sean fuertes, háganse visibles, exijan lo que les corresponde por derecho, valórense, sean dignas y mirense con ojos de admiración y de amor, aún ante el desamor de sus seres más queridos, quizá ellos terminen comprendiendo, quizá ellos terminen perdiendo el miedo. Para muchos el camino ha sido difícil, no desfallescan, la luz no se puede esconder, se filtra por las rendijas más pequeñas y ustedes que son luz van derribando cuartos oscuros, abriendo puertas y ventanas, abriendo " closets". Ustedes están abriendo brecha, porque cada dia son más los y las que se atreven a SER lo que tienen que SER, porque está en su naturaleza creada a la perfección.
Son una maravilla en el hermoso arcoiris de la creación.
A ustedes todo mi amor, todo mi agradecimiento y toda mi admiración.

jueves, 31 de mayo de 2012

DIARIO DE VICTOR JONES

Comparto ahora algo que escribió mi hijo mayor y que me hace sentirme muy orgullosa de él, su diario.
Diario de Victor Jones:

“Pero acéptalo, si pudieras, hubieras preferido nacer heterosexual”.
Fue el comentario que una persona que quiero mucho me dijo y que por unos momentos me hiso pensar, en cual hubiera sido mi decisión si realmente la vida me hubiera dado la libertad de elegir mi sexualidad y después de un poco de análisis mi respuesta definitivamente es NO; no hubiera elegido ser heterosexual. No tengo OBVIAMENTE nada en contra de los heterosexuales, la mayoría de mis mejores amigos lo son pero el hecho de ser gay ha marcado mi vida de una forma que al principio consideraba negativa pero que con el paso del tiempo, y ya adquiriendo un poco mas de madures emocional, puedo darme cuenta de que es todo lo contrario.
Gracias a que soy gay aprendí desde muy temprana edad lo que se siente ser discriminado y rechazado por lo que mi mente pudo abrirse y entendí que no sería correcto cometer el mismo error con otras personas, por lo que me volví una persona más tolerante y capaz de aceptar las diferencias que tiene prácticamente cualquier ser humano, físicas, mentales y emocionales.
Gracias a que soy gay aprendí a experimentar con mi sexualidad de una forma responsable, a conocerme, a disfrutar el sexo y a no sentirme culpable ni pecador por hacer algo que la vida me ha dado como un regalo, puedo hablar del tema abiertamente sin sentir vergüenza por algo que es completamente natural.
Gracias a que soy gay he podido hacer amistades muy valiosas con gente que me entiende y que ha pasado por el mismo proceso de aceptación por el que yo tuve que pasar, gente que ha sentido los mismos miedos que yo, pero que los ha sabido enfrentar y que eso los ha hecho más fuertes.
Gracias a que soy gay he aprendido a entender mejor a las mujeres, que al igual que nosotros han tenido que ir abriéndose paso con dificultades en un mundo machista como en el que vivimos, que han sido discriminadas por preferir vivir solas, por no querer comprometerse tan jóvenes o por no querer ser máquinas creadoras de niños.
Gracias a que soy gay aprendí que religión no es lo mismo que espiritualidad, descubrí que la religión es una institución viciada, que al final depende del dinero y está dirigida por humanos; y entendí que el Dios que me ama existe en todas partes, no me cuarta su amor y me regala este momento para disfrutarlo al máximo siendo tal cual soy.
Gracias a que soy gay pude aprender de arte y de música sin tener miedo a ser discriminado.
Gracias a que soy gay puedo salir vestido de colores sin importarme que puedan decir que soy gay.
Gracias a que soy gay la relación con mi familia se ha vuelto más intima, les tengo más confianza y puedo compartir mi vida y mis sentimientos con ellos.
Gracias a que soy gay me di cuenta que una familia no necesita componerse de una mama, un papa y de hijos para llamarse así, sino que una familia es cuando dos o más personas que se aman, desean compartir su vida y deciden llamarse a sí mismos Familia.
Gracias a que soy gay puedo expresar mis sentimientos abiertamente, puedo llorar en una película romántica o gritar en una película de terror sin miedo a que digan que soy gay puesto que lo soy.

Gracias a que soy gay aprendí a cuestionarme y a cuestionar el mundo que me rodea, a no aceptar como ley nada que no tenga una explicación lógica, a no aceptar la primera respuesta como la correcta, a que las respuestas complicadas normalmente son mentiras y que no hay nada más triste que la apatía mental. Que la fe es mucho más que creer que algo bueno va a llegar, sino que es confiar en que las cosas buenas ya están sucediendo, que realmente el mundo es un arcoíris en el que cada cabeza es un mundo con la completa libertad de ser, sentir y vivir como cada quien quiera mientras sepa respetar la libertad de los demás.
Dedicado a todos mis contactos gays.
Salud.
·



jueves, 24 de mayo de 2012

Homosexualidad: un debate dentro de las iglesias

Quiero compartirles este artículo que el P. Raúl Lugo subió a su página de "Iglesia y Sociedad" y que es la plática que dió en S.L.P., a donde fué invitado con motivo de la semana de la Diversidad  Sexual en dicho estado. No puedo menos que admirar y apreciar a este gran hombre por su amor, humildad y entrega, por las causas justas, por la igualdad y derechos de todos los seres humanos, por su valentía y muchas cosas más, a él muchas gracias.


Homosexualidad: un debate dentro de las iglesias


El pasado 15 de mayo, en la XI Semana Cultural de la Diversidad Sexual, en san Luis Potosí, compartí lo que ahora, en esta columna les presento.
Introducción
La homosexualidad está rodeada de una gran cantidad de prejuicios discriminatorios. Y no me refiero solamente a la conciencia colectiva, que es lenta en lo que a cambios fundamentales se refiere (fijémonos, si no, qué larga ha sido la marcha de las mujeres en la conquista de la igualdad de género y cuántas prácticas discriminatorias tienen que enfrentar hasta el día de hoy), sino también a la legalización de tal tipo de mentalidad discriminatoria. Me refiero, por poner un ejemplo, al hecho de que algunos niños y niñas sean definidos como “problemáticos” en sus escuelas simplemente porque no se ajustan a los estereotipos de su género, o a los despidos laborales de personas homosexuales, que bajo pretextos que no se creen ni siquiera los patrones, apenas si alcanzan a velar tenuemente su origen discriminatorio; o a los chistes y bromas que hacen mofa de la orientación sexual de las personas. Pero me refiero también a la vaguedad de ciertos términos como “faltas a la moral pública” o “ultrajes a las buenas costumbres” o “atentados al pudor” o “exhibiciones obscenas” o “comportamientos inmorales”, que permanecen vigentes en la gran mayoría de reglamentos municipales y códigos civiles de los estados y que exponen a las personas homosexuales a abusos por parte de las corporaciones policíacas que, pretextando la orientación sexual, violan los derechos de expresión, circulación y reunión de las personas homosexuales.
En el tema de la discriminación a las personas homosexuales el papel de las religiones y las iglesias es insoslayable, sobre todo porque muchas prácticas discriminatorias encuentran una justificación “divina” en argumentaciones de tipo religioso. Quiero hoy, aprovechando la amable invitación que me han extendido para participar en esta XI Semana de la Diversidad Sexual, plantear el problema desde otro ángulo. Quiero preguntarme hoy, confiando en la buena voluntad de las personas que profesamos cualquier religión, pero de manera particular las religiones cristianas, si algo ha cambiado de manera objetiva en el campo de la sexualidad que nos obligue a repensar algunas de nuestras posiciones sobre el tema, para después conversar acerca de cuáles son los retos que esta nueva situación nos plantean para el futuro inmediato.
El planteamiento de la cuestión
En la actualidad nos encontramos con una realidad patente. Por un lado, a pesar de que la discriminación a las personas homosexuales sigue estando presente en muchos países, el panorama mundial marca una tendencia irreversible a su aceptación y al reconocimiento legal de la diversidad sexual como un hecho irrefutable. En el portal electrónico de la organización de defensa de los derechos humanos de las personas homosexuales (ILGA. Por sus siglas en inglés) aparecen mapas actualizados de la situación jurídica de las personas homosexuales en los diferentes continentes.
Como puede constatarse, si echan una mirada a dichos mapas, la cantidad de países que continúan considerando las relaciones entre personas del mismo sexo como delito a perseguir son cada vez menos y se van concentrando geográfica e ideológicamente. Se han establecido mecanismos, en la Unión Europea, por ejemplo, para que ningún país miembro tolere discriminación alguna por motivos de orientación sexual. Y en nuestro continente, para hablar de lo más reciente, tras años de intensa negociación, así como de movilizaciones diplomáticas, la Organización de Estados Americanos (OEA) acaba de incluir en uno de sus documentos los conceptos Orientación Sexual e Identidad de Género. La trigésimo octava Asamblea General del organismo aprobó por consenso la resolución AG/RES-2435 (XXXVIII-O/08) presentada por la delegación de Brasil en 2008. El texto avalado por los 34 países del área, reconoce las violaciones a los derechos humanos de las personas no heterosexuales. El suceso coloca al Sistema Regional de las Américas como el segundo en el mundo, después del europeo, en reconocer la importancia de que los Estados nacionales asuman un compromiso político con las violaciones de derechos humanos que enfrenta el colectivo lésbico, gay, bisexual, transgénero (LGBT). Así es que aumentan cada vez más los países en los que la diversidad sexual ha sido eliminada de los códigos penales. Es un gusto, por ejemplo, que Nicaragua, el único país de Centroamérica que mantenía la homosexualidad como delito, lo haya sacado recientemente de su legislación.
Se va llegando cada vez con más claridad a la concepción de que la democracia, para serlo cabalmente, tiene que ser ajena a la exclusión, a la marginación y a la desigualdad, asegurando el pleno ejercicio de los derechos y de las libertades de todas las personas, independientemente de su orientación o preferencia sexual.
¿Cómo interpretar esta realidad? ¿Cuáles son las razones que se esconden detrás de esta aparentemente irrefrenable marcha de las personas de la diversidad sexual hacia la igualdad de derechos y obligaciones con todos los demás ciudadanos y ciudadanas del planeta? ¿Por qué tantos organismos internacionales caminan en esa dirección?
- La interpretación tradicional
Hay amplios sectores en la sociedad y en las iglesias que piensan que este avance mundial del reconocimiento de uniones entre personas del mismo sexo y la misma despenalización de la homosexualidad, no son avances sino retrocesos, muestra palpable del nivel de degradación al que ha llegado la humanidad. Quizá la muestra más radical de este pensamiento es la que sostenía (ahora, gracias a Dios, lo escuchamos cada vez menos) que el VIH/SIDA no era otra cosa sino un castigo divino destinado a limpiar el mundo de pervertidos. Muchas iglesias piensan que todos estos cambios en los países se deben exclusivamente a un “lobby” realizado por grupos de homosexuales que, rijosos y manipuladores de los medios de comunicación, van imponiendo sus agendas a una sociedad inerme, que no encuentra políticos capaces de defender las verdades tradicionales.
Y seríamos demasiado simplistas si lo único que hiciéramos es decir que todas las personas que así piensan son unas retrógradas, sin tratar de comprender cuál es el punto de vista que los lleva a emitir declaraciones de este tipo.
La doctrina de la Iglesia Católica y de muchas iglesias cristianas es coherente. Y lo es porque sostiene que los actos homosexuales son gravemente pecaminosos y que son intrínsecamente antinaturales. Por lo tanto, todas sus demás recomendaciones son coherentes con una idea madre que guía sus acciones. Tratemos de explicarla.
Se parte de la convicción de que las personas homosexuales no existen como tales, sino que sólo existen personas heterosexuales individualmente defectuosas con una tendencia más o menos fuerte hacia ciertos actos considerados gravemente inmorales. Éste es el argumento que, sin ser enunciado claramente, sirve de sostén a la posición actual de la mayoría de las iglesias frente a este tema: que no existen personas homosexuales en cuanto tales, sino que son heterosexuales defectuosos o desviados. Por eso resulta explicable el apoyo que algunas iglesias han ofrecido a las famosas “terapias reparadoras” que prometen regresar al homosexual a su naturaleza original, la heterosexualidad y cuya práctica, es bueno recordarlo, es desaconsejada por la mayor parte de organizaciones psicológicas y psiquiátricas del mundo (1). No existe actualmente casi ningún hombre o mujer de ciencia que sostenga una identificación entre naturaleza y heterosexismo.
Quien conozca, así sea superficialmente, la doctrina de las iglesias cristianas sobre la homosexualidad reconocerá que el concepto mismo de “diversidad sexual” es un problema. Se trata de un concepto que ha ido ganando terreno en el mundo para denominar la pluralidad de inclinaciones, motivaciones, orientaciones, preferencias y/o prácticas sexuales. Pero no es un concepto neutral, sino que es interesadamente incluyente. Hablar de diversidad sexual supone que, además de la práctica normativa heterosexual, existen otras expresiones que pueden ser agrupadas, en un plano de igualdad, bajo un concepto más amplio. Pues bien: este concepto de diversidad sexual no tiene cabida en la doctrina actual de la mayor parte de las iglesias. Y no lo tiene, porque ellas mantienen una visión heterosexista de la sexualidad, que concibe la relación heterosexual como la única válida y lícita.
El documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulado “Carta a los obispos de la iglesia católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales” afirma con dura claridad: “Es necesario precisar que la particular inclinación de la persona homosexual, aunque en sí no sea pecado, constituye sin embargo una tendencia, más o menos fuerte, hacia un comportamiento intrínsecamente malo desde el punto de vista moral. Por este motivo la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Quienes se encuentran en esta condición deberían, por tanto, ser objeto de una particular solicitud pastoral, para que no lleguen a creer que la realización concreta de tal tendencia en las relaciones homosexuales es una opción moralmente aceptable” (No. 3). Queda clara, pues, la posición actual de la iglesia católica: ningún comportamiento homosexual puede ser calificado como moralmente aceptable. Debe animarse a los hombres y mujeres homosexuales a llevar una vida de castidad, en el marco de una educación progresiva, que reconozca avances parciales.
- Una mutación de conciencia
Pero no es esta posición de las iglesias la única manera de interpretar el hecho que contemplamos en los mapas que pudimos ver al inicio de esta exposición. Para muchas personas, entre ellos una enorme cantidad de estudiosos y científicos sociales, el avance de la igualdad de las personas homosexuales en el mundo y la aceptación de un paradigma conceptual que mira la heterosexualidad como una expresión que, aunque dominante y mayoritaria, no es la única socialmente válida y legítima, no es un dato anecdótico, producto de la moda o de la degradación moral, sino la muestra globalizada de lo que yo llamo una “mutación de conciencia”.
Y es que los cambios que constatamos en el mapa no ocurren solamente en el nivel de las leyes internacionales y las decisiones de los países. Es reflejo de un cambio que se está dando en la conciencia de los individuos y las colectividades. Se va abriendo paso una nueva concepción, que muchos llaman “cambio antropológico”, en el que las personas homosexuales comienzan a ser vistas, consideradas y tratadas, como personas diferentes, pero sin que esa diferencia marque una desigualdad en la dignidad y los derechos. Como bien menciona James Alison, “esta comprensión parece que no ha necesitado de líderes que la expliquen, ni han servido las ingentes cantidades de dinero y las energías que se ha desplegado para frenarla, sino que cada vez más emerge gente que se reconoce como gay, y también reconoce que no es un asunto en sí muy importante, y cada vez más la gente hétero con la cual convive esta gente está de acuerdo que alguna gente es así, y que no es un asunto muy importante. Y cada generación más joven tiene mayor dificultad en entender por qué algunos entre sus mayores tienen tanto problema con esto. Y cada generación de chicos héteros entiende mejor que el hacer la vida insoportable para sus compañeros de clase gay más bien que ser prueba de ser machote es un comportamiento indigno y señal de inseguridad en su propio machismo. Es más, cada vez más cunde, sin que nadie lo enseñe, la sensación de que si alguien se ensaña contra los gays, algún problema tendrá él con respecto a su propia orientación sexual, pues el hétero seguro de sí no tiene necesidad de definirse por contraste con lo gay, y está tranquilo en la compañía de sus contemporáneos gay”(2).
Para muchas personas, esta toma de conciencia está muy lejos de ser una moda temporal o la señal del deterioro de las condiciones morales del mundo. Se trata de un colectivo “caer en la cuenta” de que estamos frente a una realidad antropológica que sencillamente es así. Se trata de un auténtico descubrimiento humano, aunque pueda parecer banal. Nos estamos dando cuenta sencillamente de que hay gente que es así, lo cual no convierte a estas personas en algo especial ni las hace ni más ni menos capaces para realizar cualquier cosa. Para decirlo con las palabras de Alison: “Sencillamente es así, como la lluvia y las mareas y la existencia de personas zurdas.” (3).
Es Alison también quien nos recuerda que el proceso por el cual hemos llegado a entender la sencilla existencia antropológica de lo gay sigue exactamente el mismo cauce que el proceso por el cual hemos llegado a entender el mundo real al dejar atrás creencias supersticiosas. Antiguamente, por ejemplo, se trataba de entender el funcionamiento de los cambios climáticos como atribuidos a ciertas viejas feas, tenidas como brujas, o, como aparece en la película “Apocalypto”, de Mel Gibson, a la sed no saciada de las divinidades mayas. Esto ofrecía a los manejadores de la religión, propagadores y defensores de esa superstición, la posibilidad de disculparse cuando sus pronósticos del tiempo fallaban ostensiblemente. En caso de que hubiera una cosecha mala o una inesperada granizada, siempre había brujas que ejecutar o mayas que sacrificar para declararlos culpables de la catástrofe. Esta práctica supersticiosa, alentada con cierta perversidad, sacó de apuros a los sacerdotes y adivinos, pero retrasó durante mucho tiempo la comprensión del porqué del funcionamiento climático. Fue necesario que la superstición fuera desmontada, que se dejara de creer en la falsa culpabilidad de las brujas o del insuficiente número de mayas sacrificados, para que llegaran a formularse las preguntas que llevaron a entender la meteorología.
Esta nueva comprensión, que podría compararse con el momento en que los negros comenzaron a ser considerados iguales que los blancos, o las mujeres igual que los varones, ha venido acompañada del reconocimiento, ya desde la segunda mitad del siglo XX, que no hay defecto psicológico que esté presente entre las personas gay que no lo esté en los héteros y viceversa. En efecto, en cada época histórica han ido desapareciendo prejuicios y hoy no suscribiríamos ideas que apenas hace cincuenta años eran consideradas normales, como que el marido pudiera pegarle a la esposa, o que un negro no podía casarse con una blanca. Pero no siempre fue así. Y en las épocas en que esto no fue así, la mentalidad mayoritaria, el prejuicio visto como normalidad, se justificaba diciendo que eran realidades naturales, objetivas, inscritas en la naturaleza humana, aunque hoy nadie se atreva a sostenerlas en voz alta. Algún día, espero que no lejano, pasará lo mismo con las personas homosexuales.
No sé cada cuánto tiempo la humanidad vaya llegando a estos consensos antropológicos que rompen una manera determinada de ver la vida. Reconozco que a este cambio de conciencia contribuyen descubrimientos científicos recientes y una aproximación sin prejuicios a la realidad de la diversidad sexual. Pero no sé qué otros elementos expliquen esta mutación de conciencia. Es una tarea que rebasa mi competencia profesional. Hará falta reconstruir esta historia, así como se va reconstruyendo poco a poco la historia de la aceptación de la igualdad racial o de la igualdad de género. Pero el hecho es que tales consensos, y se confirma con lo que ha ocurrido con las otras dos mutaciones que he mencionado, se vuelven irreversibles.
- El momento actual de confrontación
Así hemos llegado a la situación actual: la concepción de sexualidad que sostienen las iglesias está cada vez más en cuestión. Por eso pienso que el “caer en la cuenta” antropológico de la existencia de personas homosexuales no es un asunto anecdótico. En la iglesia tenemos que confrontarnos con esta mutación de conciencia colectiva que se está desarrollando delante de nuestros ojos y dejar de atribuirla exclusivamente a una presunta degeneración cultural. Si algunas personas son sencillamente homosexuales y este hecho no obedece ni al pecado, ni al desorden, ni al vicio, ni a fracasos de los papás ni a ingerencias de espíritus malignos, entonces tendremos que enfrentar con nuevas respuestas la cuestión de la diversidad sexual y ofrecer una nueva aproximación teológica a esta realidad.
No soy el primero ni el único que sostiene esta hipótesis dentro de la iglesia. Sólo para abundar presento aquí un texto del moralista español Domínguez Morano: “Es un hecho evidente la dirección que van tomando las diferentes investigaciones que se efectúan al respecto. Los estudios médicos, psicológicos, antropológicos y sociológicos apuntan de modo inequívoco hacia la descalificación de la homosexualidad como enfermedad, desviación psicosomática o perversión sexual. Cada vez de modo más explícito, la homosexualidad va siendo reconocida como una orientación sexual que la naturaleza permitió y que, en sí misma considerada, no afecta a la sanidad mental ni al recto comportamiento en el grupo social. En razón de ello, instituciones como la OMS han suprimido la homosexualidad de la relación de enfermedades, y el Consejo de Europa ha instado a los gobiernos de sus países miembros a suprimir cualquier tipo de discriminación en razón de la tendencia sexual…” (4). Esta realidad se convierte, en el quehacer teológico, en una hipótesis de trabajo.
Sobre el tema de la homosexualidad hay, ciertamente, textos y declaraciones magisteriales que incluyen un juicio muy negativo, pero esto es lo que precisamente está siendo sometido a revisión por la ciencia, la exégesis y la teología moral. No es difícil reconocer que, en medio de las diferentes tendencias y escuelas teológicas existentes en la Iglesia, hay un relevante consenso: que cuando se trata de cuestiones del orden natural, no relacionadas directa ni indirectamente con la verdad revelada, la Iglesia puede proponer normas pastorales, no dogmáticas, que deben ser conocidas y respetadas, pero que permiten, a quien tenga razones para ello, discrepar sin que por ello deje de ser buen católico. Tal considero que es el caso de la posición acerca de la homosexualidad. En cuestiones complejas que tienen que ver con la ley natural, la Iglesia ha de contar con la legitimidad de otras interpretaciones e, incluso, admitir tal pluralidad dentro de ella misma. En lo que es dudable y discutible no puede exigirse uniformidad.
Creo que es incorrecto argumentar que la doctrina sobre la homosexualidad forma parte del depósito incambiable de la fe. Eso no es cierto. Si miramos, por ejemplo, el conjunto de la revelación escrita y de la tradición judía y cristiana sobre la mujer, su naturaleza y su status social, caemos en la cuenta que sería imposible que la iglesia se mantuviera hoy empeñada en mantener tal tradición a capa y espada. Muchas iglesias, fieles a los signos de los tiempos (y no ha habido signo de los tiempos más claro en el siglo que termina que la revolución de género), han sabido deponer la misoginia de muchos de sus textos tradicionales para abrirse a una nueva y más evangélica consideración del papel de la mujer. Y la transformación operada en las iglesias a raíz de la revolución de género está lejos de haber concluido. Los cambios, no me cabe la menor duda, continuarán hasta que, más tarde o más temprano, la participación de la mujer en la iglesia se dé en niveles de equidad.
Si las investigaciones sobre la homosexualidad continúan por la misma vía por la que parecen estar yendo y se comprobase que hay un elemento constitutivo involuntario en las personas homosexuales, entonces calificar de pecaminosos los actos homosexuales significaría que la iglesia tendría que abandonar la posición que ha mantenido durante mucho tiempo en su antropología, posición que sostiene que cada persona debe actuar de acuerdo con su naturaleza. La homosexualidad, va quedando cada vez más claro, no es la desviación de una naturaleza heterosexual que se ha constituido culturalmente como la norma para todos, sino que es otra manera, así sea minoritaria, de vivir la sexualidad, que ha existido siempre y que, a pesar de miles de años de señalamiento y hostigamiento, no ha desaparecido. La cuestión es si los contenidos “permanentemente válidos de la antropología cristiana” o la “verdad sobre la naturaleza humana”, de los que habla con frecuencia el Magisterio de la Iglesia Católica, están inevitablemente ligados al reconocimiento de la heterosexualidad como la única y exclusiva manera de vivir la sexualidad según el plan de Dios o si el reconocimiento de la diversidad sexual puede considerarse como un nuevo punto de partida en la reflexión moral de la iglesia. Éste es el debate. (filmina 14)
Pero sobre todo, dado que de seres humanos estamos hablando, los teólogos tienen que considerar que la universal vocación a la santidad vale también para las personas homosexuales. ¿Cómo la realizarán desligados de una característica que forma parte constitutiva de su personalidad? ¿Puede el “deber ser” anular una parte esencial de la persona humana? ¿Qué santidad, qué felicidad puede construirse sobre la represión de la vida afectiva y del ejercicio de la sexualidad?
Si sigue manteniéndose en la iglesia la opinión de que las personas homosexuales no tienen el derecho de vivir las situaciones que son inherentes a su humanidad, si sigue ocultándose los problemas que la represión de las personas homosexuales causa dentro de la iglesia, si seguimos creyendo que manifestar libremente los propios afectos, en el respeto y la tolerancia a otras formas de vida, es un signo de debilidad y no de plenitud humana, no nos extrañemos que esta mentalidad farisaica termine por ser un fardo insoportable para quienes tienen prohibido ser de carne y hueso como todas las demás personas.
Los desafíos
Como cristiano, creo que los momentos de crisis pueden siempre ser vistos como momentos de gracia. En fidelidad a Jesús y a su proyecto de Reino, quiero lanzar mi mirada sobre esta realidad conflictiva que acabo de describir y descubrir en ella los “signos de los tiempos” (Mt 16,1-4).
Creo que el primer desafío, y con mucho el central y más importante, es la oportunidad que esta nueva conciencia sobre la homosexualidad nos está presentando a los cristianos de revisar nuestra concepción antropológica. Tenemos que empezar a discutir dentro de las iglesias, con tolerancia y respeto a las opiniones diferentes, la posición que mantenemos con respecto a gays y lesbianas: que no existen personas homosexuales en cuanto tales, sino que son heterosexuales defectuosos o desviados. Hay que comenzar a reconocer, antes de que sea tarde, que esta posición sólo ha llevado a la infelicidad a las personas sexualmente diversas. Nuestras iglesias tienen que confrontarse con esta mutación de conciencia colectiva que se está desarrollando delante de sus ojos y dejar de atribuirla a una presunta degeneración cultural.
Contribuir a que esta discusión se dé dentro de la iglesia es vital dado que hay una distancia cada vez mayor entre la doctrina de la iglesia sobre la homosexualidad y el convencimiento creciente de muchas personas. Creo sinceramente que tenemos que comenzar en la iglesia un largo camino de clarificación, un ejercicio de humilde escucha, que nos llevará, irremediablemente, a plantearnos si la enseñanza de la iglesia en este campo, tal y como se sostiene ahora, es verdadera o no. Este es el primer y central desafío. Y creo que hay que empeñar en él todas las energías, aunque esto pueda costar pérdida de prestigio, castigos disciplinares o censuras mediáticas.
Un segundo desafío es que la diversidad sexual es una especie de puerta de entrada a una problemática mayor: la visión que en las iglesias cristianas tenemos sobre la sexualidad en general. Toda la visión “naturalista” del sexo que privilegia la perspectiva de la procreación, que mira el placer como algo malo, o al menos, como algo sospechoso, ha de ser revisada. Hemos arrastrado durante mucho tiempo (y la hemos consagrado como si fuera doctrina eterna e incambiable, a veces, incluso de más alto rango que el mismo mensaje evangélico) nuestra sujeción a un esquema filosófico pesimista, que minusvalora la realidad corporal y que rehuye y condena el goce de los sentidos. Este fundamentalismo moral nos paraliza, puede reducir la religión a un asunto de cama –como ocurre en numerosas confesiones sacramentales– y acortar nuestras miras, impidiendo que discutamos y enfrentemos otros desafíos trascendentes, como el hambre en el mundo, el deterioro del ecosistema, la creciente desigualdad, etc. Es curioso, por ejemplo, que los debates más álgidos de reforma de la iglesia se dirijan a cuestiones que envuelven o tocan, así sea tangencialmente, la sexualidad: el celibato opcional, la ordenación de mujeres, el trato pastoral a las personas homosexuales, los divorciados vueltos a casar… mientras se da por muerta la teología de la liberación y nos hacemos cómplices de sistema económico que produce desigualdad y muerte. Esto demuestra la urgencia de enfrentar tales debates de una vez por todas.
Un tercer desafío es otro tipo de fundamentalismo: el bíblico. Con cierta frecuencia se citan textos bíblicos que aparecen en el Primer Testamento y en algunos escritos paulinos para condenar la homosexualidad. Resulta que en el campo de la sexualidad, hasta los teólogos más liberales y de izquierdas suelen ser un tanto fundamentalistas. Pues bien, enfrentar la cuestión de la homosexualidad en la Biblia nos desafía a revisar la lectura que hacemos de ella. Quizá nadie lo plantee de manera más simple y profunda que mi amigo Jairo del Agua (de sonoro nombre, este católico español es mi amigo, aunque él no lo sepa, ni sepa tampoco que los escritos suyos que me encuentro en un portal de intercambio de ideas religiosas han sido inspiración y bendición en mi vida ministerial), cuando combatiendo el fundamentalismo dice: “Es muy importante caer en la cuenta de que toda la Escritura no es Palabra. Más bien la Palabra discurre entre la Escritura, la riega como un río de agua sanadora, fecunda, orientadora, que recorre una concreta historia humana (la de los judíos y primeros cristianos), durante un concreto tiempo. No podemos confundir el río con sus orillas agrestes, ni con sus monstruos, ni con la vegetación invasora. Hay que distinguir claramente entre el río y la historia que riega. En muchas ocasiones esa historia está habitada por hombres perversos, rudos, ignorantes, que tan pronto reniegan de Dios como le creen inspirador de sus propios crímenes. Algunos pasajes -totalmente secundarios que no explicitan el mensaje central del Primer Testamento- son pura bazofia y su lectura no es recomendable. Esa es la razón por la que la Biblia fue un libro prohibido o no divulgado durante muchos años. Conviene decirlo porque parece, que ahora, todo está bendecido por el hecho de estar en el Libro. Tampoco podemos pensar que la mano que escribe es sabia, incontaminada, guiada al dictado. Todo lo contrario. Está limitada por su personalidad, por su ambiente humano y material, por su nivel cultural, etc. Es decir, la Escritura no sólo está contaminada por la precariedad o bajura de la historia humana que describe, sino también por los subjetivismos y condicionamientos de quien la escribe. Esto ocurre de forma relevante en el PT (primer o antiguo testamento) porque el primitivismo era mayor y menor la evolución humana. Pero también puede afirmarse del NT. Es más, esto ocurre y ocurrirá siempre, porque los humanos somos limitados e incapaces de agotar la Palabra. Sólo podemos recoger algunos de sus destellos para iluminar nuestra humana oscuridad” (5).
Si la reflexión sobre la diversidad sexual nos lleva de la mano a una lectura de los textos bíblicos alejada del fundamentalismo y nos hace preguntarnos sobre los fundamentos hermenéuticos de nuestra lectura, habremos respondido a este desafío.
Un cuarto desafío que nos lanza la cuestión homosexual es la reconsideración de nuestra noción de familia. Hemos de considerar que un buen porcentaje de familias no responde ya a nuestro esquema mental de familia nuclear y patriarcal, lo que nos plantea un urgente problema pastoral. También debemos enfrentar el hecho de que las uniones entre personas del mismo sexo, una realidad patente en nuestros días, dejan tareas pendientes a nuestra pastoral familiar. Pero también habrá que reconocer que la existencia de una diversidad de familias implica que revisemos esta especie de sacralización que hemos hecho de un modelo familiar en concreto. Y que revisemos también esta especie de obsesión compulsiva de “defender” a la familia, como si la existencia misma de cada persona homosexual le representara una amenaza. Por otro lado, bueno sería que nos preguntáramos por qué en el proyecto revelado por Jesús en el evangelio, el sexo y la familia ocupan un lugar tan poco destacado, mientras que nuestra pastoral actual casi reduce su acción concreta a estos únicos dos aspectos tangenciales en el mensaje evangélico.
Finalmente, un quinto desafío tiene que ver más con los cristianos y cristianas de a pie. Me refiero a que la cuestión de la diversidad sexual nos invita a revisar si somos lo suficientemente adultos en la fe. Tenemos que preguntarnos si creemos que el Espíritu Santo sopla en las cabezas y en los corazones de todos los creyentes, y no solamente en aquellos de los dirigentes. Una revisión desapasionada de la historia del magisterio oficial en la iglesia católica, por ejemplo, nos demuestra que ha errado en temas de suma gravedad, que ha corregido declaraciones anteriores y que muchas cosas que se han declarado como definitivas han demostrado, con el paso del tiempo, no serlo (6). Quizá el día de mañana la cuestión de la diversidad sexual sea vista con ojos totalmente otros. No es extraño que la heterodoxia de hoy se convierta en la ortodoxia de mañana.
Un sacerdote jesuita ya fallecido me comentaba, no sin cierta gracia, que existe algo que él llamaba “desobediencia programada”. Quería decir que hay algunos momentos en que uno alcanza a descubrir cosas que el conjunto de la iglesia, sobre todo quienes ocupan los puestos de decisión, todavía no descubren. Entonces, confiando en que algún día se llegará a la misma conclusión a la que uno ha llegado, pues entonces se decide uno a desobedecer la norma vigente. Eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, con mi viejo párroco, que algunos años antes del Concilio Vaticano II comenzó a decir algunas partes de la Misa en castellano, lo cual estaba expresamente prohibido. Cuando el cambio llegó algunos se preguntaron quiénes fueron en realidad los desobedientes… Considero, pues, desobediencia programada tratar estos temas, dar paso a una discusión franca, retar a las personas a usar la cabeza y ser cristianos adultos.
Yo, personalmente, he llegado a la conclusión de que la diversidad sexual es una bendición para la humanidad y para la iglesia. Estoy seguro que terminaremos por comprenderlo todos. En lo que ese momento llega, como está llegando ya en el nivel de las legislaciones de la mayoría de los países, hay que hablar abiertamente sobre la diversidad sexual, hay que plantearnos las preguntas que tenemos para ir hallando juntos respuestas, hay que hacer grupos de oración con personas sexodiversas, hay que invitar a las personas homosexuales a dar el paso y acercarse a los sacramentos sin tener que dejar de ser quiénes son y de sentir lo que sienten.
Con esto no intento desautorizar al magisterio ni al ejercicio de la autoridad dentro de la iglesia. Quiero, más bien, señalar la importancia de cristianos y cristianas adultos, que reflexionen a la luz de la oración y de las aportaciones que nos ofrecen las ciencias, que digan su palabra iluminadora aunque esto signifique desafiar una mentalidad que quisiera mantenernos a todos como niños sin criterio, llamados solamente a obedecer. No es sólo ni principalmente una cuestión de poder, como si todo se redujera a quién manda y quién obedece, sino de fidelidad a la acción del Espíritu en nuestras vidas.
Creo sinceramente que estos cinco retos que la diversidad sexual plantea a nuestras iglesias contribuirán, si nos aplicamos a darles respuesta, a purificar nuestras prácticas cristianas, a liberarnos de prejuicios que no tienen nada de evangélicos y a cumplir con aquello que el evangelio nos recuerda: “Vayan y anuncien a todos que el Reinado de Dios –que es hermandad plena y dignidad para todos y todas– está cerca”.
Raúl H. Lugo Rodríguez
XI Semana Nacional de la Diversidad Sexual
San Luis Potosí, SLP
Mayo de 2012
NOTAS
(1) “A pesar de muchos años de investigaciones, ya que la erradicación de la homosexualidad ha sido un objetivo de los científicos durante muchas décadas, las conclusiones son claras. Ni desde la medicina, la psicología, la pedagogía, ni con medidas sociales o legales, ha sido posible cambiar la orientación sexual, aunque intentos no han faltado.” José Luis Trechera Herreros, “Aproximación a la realidad homosexual”, ST 90 (2002) p. 108.
(2) ALISON J., “Fragmentos Católicos en clave gay”, conferencia pronunciada para el ciclo rosa en la ciudad de Bogotá, Colombia, el 4 de julio de 2006 y disponible en el portal electrónico www.jamesalison.co.uk/cas/..
(3) Ibid.
(4) DOMÍNGUEZ Morano Carlos, “La homosexualidad en el sacerdocio y en la vida consagrada”, ST 90 (2002) pp. 133-134)
(5)Texto disponible en el portal electrónico www.eclesalia.com con fecha del 12/11/07. Las negrillas provienen del texto original.
(6) Puede verse el documentado estudio de GONZÁLEZ FAUS José Ignacio, La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del magisterio eclesiástico, (Sal Térrea, Santander 2006)

sábado, 19 de mayo de 2012

Un camino hacia la comprensión y la aceptación

Corrí a la librería, a buscar información, ¿Qué tienen sobre homosexualidad?? Se me queda viendo la encargada un poco tímida y sorprendida, responde: pues tenemos el libro de Papá, Mamá soy gay de Rinna Riesenfield y otro,  La experiencia homosexual de Marina Castañeda. Démelos, me los llevo.
Llegué como una sedienta a mi casa, a devorarme los 2 libros. Conforme me introducía en el primero, fuí comprendiendo y abriendo mi mente, tenía miedo de lo que encontraría en ellos pero fueron como un bálsamo para mi corazón adolorido y atormentado, lloré mucho ¿porqué esto no lo supe desde antes? ¿cómo quitarme tantos tabús y tantos prejuicios que aún están metidos en mi inconsciente colectivo?
¿cómo quitar la denominación de "pervertido" "enfermo" "marica" de mi cabeza, cuando fué grabado desde mi niñéz con cincel? ¿cómo conciliar mis creencias religiosas con lo que estaba sintiendo mi hijo? Fué un camino escarpado, fué lento y doloroso, luego supe de las etapas por las que fuí pasando y que son las mismas por las que pasan todos los seres humanos que tienen un duelo, una pérdida, ya sea de enfermedad, de muerte, de espectativas en mi caso, de sueños........fue poco a poco. Primero pasar por la Negación: no, esto tiene que ser una equivocación, el muchacho está confundido, mañana nos dirá que fué una confusión, es imposible, no puede estarnos sucediendo a nosotros. Segundo, el Regateo: quizá si rezo más y pido un milagro?.... tal vez si converso más con mi hijo y encuentro algo que le haya pasado?, tal vez una terapia para mejorar la relación de su padre y yo, con el?. Tercero: la Ira, ¿porqué a nosotros? ¿porqué a mi hijo? ¿donde está Dios que permite esto en nuestras vidas? ¿porqué no le pasó a otra familia? ellos si que tratan mal a sus hijos ¡no lo merecemos!. Cuarto la tristeza o depresión: enterrar las espectativas, abandonar los sueños, de conocer a las novias y gozar el noviazgo, de olvidarnos de una nuera bonita que nos diera nietos, de un matrimonio ante Dios y nuestros amigos,  llorar las pérdidas, no haber podido hacerle la vida mas fácil y llevadera desde que era un niño, perdonarnos y perdonarlo, por último la Aceptación que fué llegando poco a poco, dejar atrás lo que yo creía sería MI felicidad y pensar en la de mi hijo, fuertes, para enfrentar a la sociedad, a los parientes y amigos, fuertes para apoyarlo y devolverle la confianza y la seguridad en si mismo, fuertes en el amor.
Hoy puedo decir con mucho orgullo !prueba superada!, esta experiencia me ha dejado un corazón mas grande, mas humilde, mas compasivo, mas amoroso y mas anhelante........ anhelante de que tod@s los niños y niñas, los hombres y mujeres, jóvenes, viejos, tengan la oportunidad de vivir sin prejuicios su orientación sexual.
Doy gracias a mi poder superior porque siempre estuvo presente dándonos esa fuerza, ese valor, esa aceptación y sobretodo ese amor que mi hijo necesitaba a raudales.
Papás, mamás, no rechacen a sus hijos, acójanlos, cuídenlos, acompáñenlos, compréndalos y sobretodo ámenlos, por sobretodos sus miedos y prejuicios, ámenlos.

domingo, 29 de abril de 2012

Recuerdo el impacto que recibí cuando por primera vez mi hijo se atrevió a decirnos que "creía" que era gay. En ese entonces, dentro de mi ignorancia sentí, que una espada traspasaba mi corazón.  Un miedo aterrador se apoderó de mi ¿qué hicimos mal? ¿quién abusó de mi hijo? ¿en manos de qué amigo habrá caido? ¿dónde lo aprendió o se le pegó?, las interrogantes cruzaban veloces por mi mente mientras los latidos de mi corazón se desbocaban. Me tragué todas las preguntas, mi esposo y yo quedamos en silencio un segundo, sólo me oí diciendo: te queremos hijo, como quiera que seas, nosotros te vamos a querer siempre, tienes nuestro apoyo pero ¿estás seguro?, contestó: pues...... no sé.... tal vez soy bisexual.  Y tal vez, esto lo dijo, para no romper de cuajo todas las expectativas que ya habíamos puesto en él, porque sé que se lo pensó mil veces antes de atreverse a decirnoslo a su papá y a mi.
Y me salió el Yo Adulto que llevo, lo abracé y le dije: tu, vales mucho como ser humano y no permitas que esto ni nadie te quite tu valor como persona que eres, te queremos mucho hijo.
No recuerdo muy bien lo que dijo mi esposo pero recuerdo que no lo rechazó, al contrario, tuvo el valor de abrazarlo y decirle que lo quería y que lo apoyaba.

Creo que nunca olvidaré aquel momento, a pesar del dolor inmenso que sentí, fué el comienzo del despertar de mi consciencia y de lo que yo creía "correcto".

sábado, 21 de abril de 2012

¿Donde estamos los padres y las madres?

Creo que para la mayoría de los padres que tenemos hijos homosexuales, una de las alegrías mas grandes es verlos realizados como personas. Es verlos incluidos en un mundo de igualdad y de respeto donde sus decisiones no sean juzgadas, señaladas y tachadas, como por ejemplo escoger a la pareja que ellos quieran y poder demostrarse su amor y su alegría de estar juntos como cualquier otra pareja heterosexual. Creo que los que amamos a nuestros hijos e hijas deseamos que descubran su sexualidad y su despertar al amor con alegría y no con temor y tristeza. Pero esto sólo será posible si luchamos por que suceda, por eso educarnos y leer sobre el tema, por eso aprender y abrir nuestra mente, por eso asistir a algun centro de ayuda, por eso las marchas y las protestas, por eso exigirles a nuestros gobernantes leyes que no discriminen, por eso necesitamos a padres y madres valientes que den la cara y no sientan verguenza de decir, mi  hijo es gay o mi hija lesbiana y quiero derechos para ellos, quiero respeto para ellos, quiero igualdad y justicia. Padres, madres ¿dónde estamos? ¿escondiéndonos porque estamos llenos de prejuicios? ¿escondiéndonos porque nos dá verguenza? ¿tal vez cargando alguna culpa irrazonable? ¿callando cuando alguien hace un comentario discriminativo o un chiste ofensivo?
Vamos a ser valientes, si nuestros hijos e hijas lo han sido, lo menos que podemos hacer es no defraudarlos, es enfrentar y con nuestras acciones concretas ayudar para que este mundo sea cada vez más un lugar seguro para ellos, donde todos podamos convivir en libertad, armonía, respeto y amor.

miércoles, 18 de abril de 2012

Cuando los padres descubrimos la homosexualidad de alguno de nuestros hijos o hijas

Lo descubrimos!! me dijo Melissa llorando, él estaba chateando con otro amigo y se decían "cosas".
Asi comenzó la entrevista que tuve con unos padres angustiados, temerosos, llenos de miedo y dolor.
Recordé cuando a mi me pasó lo mismo, solo que en mi caso mi hijo me lo dijo. Pienso que aún hoy en dia es muy difícil para muchos padres enfrentarse con la diversidad sexual de alguno de sus hij@s, no estamos preparados, no estamos educados para enfrentar esto, somos unos ignorantes sobre el tema y la ignorancia causa sufrimiento. Hoy por hoy vivimos en una sociedad heterosexista, en las escuelas no se les habla a los niños de estos temas siendo algo con lo que vivimos dia a dia, la homosexualidad ES y 2 o 3 niñ@s de cada clase tendrá una diferente orientación sexual, aunque aún ellos no lo hayan descubierto. Cuanto dolor les evitaríamos, cuantos problemas físicos, emocionales y espirituales lograríamos evitarles si tan solo les dijeramos que ser diferente o no ser iguales a la mayoría, está bien, que no todos los hombres aman a mujeres y no todas las mujeres aman a los hombres, que hay hombres que se aman entre si y lo mismo con mujeres que se aman entre si y que esto es algo completamente natural y aceptable. Muchos padres y madres no quieren oir hablar del tema porque el temor y el miedo no les permite ni siquiera pensar en eso y yo creo que ya va siendo momento de hacer un alto y pensar que nadie está exento de tener un hijo gay o una hija lesbiana o transexual o bisexual.
Y no sé cual sería la mejor manera de hacer un llamado de alerta a los padres para que estudiaran, se documentaran, se culturizaran, aprendieran más sobre el tema para que esto no los agarre totalmente indefensos, desprevenidos y sin las herramientas necesarias para dar un sano y oportuno apoyo a sus hij@s. Tal vez en las escuelas deberían darse talleres a los padres desde que sus hijos van al kinder para irlos familiarizando en este tema y hacerlos consientes de que podría ser una posibilidad en sus familias, educar a los padres para que luego ellos puedan educar a sus hijos en el respeto a esta diversidad y en el valor que cada ser humano tiene, incluso en sus diferencias, porque son personas normales y humanas. No se me hace justo que el despertar de un o una adolescente a la sexualidad sea motivo de angustia y dolor cuando debería ser de alegría y celebración.
Padres, madres, alerta, despierten, platiquen con sus hijos e hijas, hablenles de las diferentes formas de amar que hay entre los seres humanos y que TODAS ESTAN BIEN.